Por: José Campos
Catedrático
Miércoles 12 de Enero del 2011
Si asumimos la célebre frase de José María Arguedas: “No hay que dejarlos”, nos vemos obligados a alzar nuestra voz para decirles al Gobierno y a los congresistas: ¿Qué fue de la universidad? ¿Qué se ha hecho por la institución formadora de profesionales que deben sentar las bases del desarrollo tecnológico y productivo del país? Hoy, el silencio escrito y verbal es total.
La universidad pública ha sido relegada al tercer o cuarto plano de la agenda nacional y su porvenir es impredecible, salvo el esfuerzo de sus docentes y trabajadores que tratan por todos los medios de salvar la institución de aquellos que irresponsablemente creen que es un botín político y, dejando de lado lo académico, han optado por otras alternativas para imponerse en ella. Por otro lado, la universidad debe enfrentarse a los comportamientos irreverentes de quienes conducen la cosa pública y la ven como un escollo a la realización de sus intereses. Por ello hacen todo lo posible para ahogarla, porque la suponen enemiga del gobierno de turno o de la sociedad.
En los últimos tiempos, la institución superior ha andado al garete social y una pléyade de oportunistas sin conciencia ni ciencia la han conducido ante la inercia de los gobiernos y de la sociedad; prueba de ello es que en las últimas elecciones municipales y regionales no se ha dicho una sola palabra sobre ella, ni la institución se ha pronunciado. Es como si las universidades públicas no lo fuesen ni perteneciesen al Estado.
Definitivamente no debe ser así. La universidad es del Estado, su vigencia se debe al desarrollo social de nuestro país y, desde su origen más remoto como casa de la sabiduría, es creadora y preservadora del conocimiento y forjadora de profesionales e investigadores que han transformado el concepto de bienestar social con el uso de nuevas tecnologías facilitadas por el desarrollo de la ciencia que promueve la universidad.
Es injusto que el Gobierno soslaye a la universidad pública y que el Concytec tenga que justificar esa situación otorgando becas y beneficios colaterales para el desarrollo científico.
Mientras tanto, la universidad agoniza al extremo que sus docentes están limitados de participar en eventos científicos internacionales por disposición de la Ley 29626, que solo permite el viaje del titular del pliego. ¿De qué nos quejamos y hasta cuándo? “No hay que dejarlos”, diría Arguedas.
Dr. José “Cheche” Campos Dávila
Afroamericanista
Presidente de la Comisión de Grados de la
Escuela de Post Grado de la UNE Cantuta
Ex Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades
Email:chechecampos@gmail.com;j
Telf: 3603273-990902303