miércoles, 15 de julio de 2009

EL CASTILLO UNANUE

Por Iván Reyna Ramos Revista Rumbos.

Sería después de la Independencia de Estados Unidos y de la Revolución Francesa, Agustín de Landáburu, decidió abandonar el virreinato del Perú para luchar por las independencias de las colonias españolas en América. Antes de partir a Europa, el 20 de diciembre de 1799, hizo testamento dejando todos sus bienes a tres personas: a su tío Juan José Belzunce; a Hipólito Unanue como su mejor amigo; y a Matías Larreta. De acuerdo a la cláusula XV del testamento, señala al primero como heredero principal, pero si fallecía antes que el testador, el segundo y el tercero por su orden heredarían la mitad de sus bienes. Y como Juan José Belzunce y Matías Larreta fallecieron antes que Agustín de Landáburu, entonces Hipólito Unanue quedó favorecido con la mitad de los bienes.La otra mitad fue vendida en subasta pública, a fin de cancelar las deudas y obligaciones que se habían contraído. La subasta tuvo como único postor al señor Juan Salvedar, quien declaró que adquiría los bienes a nombre de Hipólito Unanue. Finalmente todos los bienes quedaron a cargo del sabio.En 1801, Hipólito Unanue empezó administrar personalmente los bienes que le había dejado en herencia su entrañable amigo Agustín. Y en 1817 tomó posesión de las haciendas Isque de Gómez, Pepián y Cerro Blanco, adquiridas en subasta.En 1826, el ilustre médico y prócer de nuestra independencia se fue a vivir a Cañete, y años más tarde decidió abandonar el valle a causa de una ciega enfermedad que le condujo a Lima para descansar en la eternidad el 15 de julio de 1833, cuando tenía 78 años de edad. Sus restos actualmente reposan en el Panteón de los Próceres.Muerto Hipólito Unanue, por mandato de su hijo político Francisco de la Mata Linares, se conoce el inventario extra-judicial, en que se hace referencia de la hacienda Isque de Gómez que el sabio le había dejado como herencia a su hijo menor José cuado cumpliera la mayoría de edad. José Unanue decide emprender su primer viaje por Europa y queda profundamente enamorado de un majestuoso Castillo gótico que junto al río Rin de Alemania lucía impresionante. El Rin, (Rhein, Rhin o Rijn) a quien los alemanes llaman Padre (Vater Rhein), recorre 1.300 kilómetros de longitud desde su nacimiento en el macizo alpino de San Gotardo hasta su desembocadura en el Mar del Norte, cuyo camino aún está repleto de alrededor de 70 antiguos palacios e innumerables Castillos. Desde el siglo IX, los hombres poderosos empezaron a llenar de Castillos el paisaje de Europa. Al principio eran de diseño y construcción sencilla, pero con el tiempo se convirtieron en fortalezas de piedra. Tanto así que un censo realizado en Francia en 1905 se contabilizó, sólo en ese país, más de 10.000 restos de Castillos.Por entonces la edificación de un castillo se prolongaba durante una, dos o tres generaciones. Podía llevar hasta 20 años en su construcción.Todos los castillos tenían sótanos y túneles. Las mazmorras servían además de calabozos como almacén de víveres. Por encima de ellas, se ubicaban grandes salas abovedadas que daban cobijo al señor feudal y a los suyos, a la servidumbre y a los huéspedes. Había salas especiales para conceder audiencias y administrar justicia. Durante los grandes banquetes había trovadores, juglares que tocaban música, contaban aventuras de caballeros o cantaban canciones de amor.El 8 de marzo de 1843, don José Unanue empezó administrar definitivamente las tierras de su padre que reunidas en una sola: Isque de Gómez, Pepián y Cerro Blanco se convirtieron en la enorme Hacienda Unanue.Tierras que dos mil años antes de Cristo no presentaban las mismas condiciones actuales. Tierras que se constituyó como base del antiguo curso del río Cañete. Tierras que en su profundidad revela gran cantidad de arena fina, piedras, grava, cantos rodados y una pequeña capa de arcilla. Tras la retirada del río a su cauce actual, quedaron pequeños pantanos y charcos. Mediante rústicos sistemas de drenaje se formaron pequeños campos de cultivos. Hoy tierras prodigiosas.


Amo y señor de sus propiedades, don José Unanue ordenó demoler la casa hacienda que había servido de reposo al prócer y su familia, levantada sobre la misma huaca artificial pre-inca que hoy sirve de piso al Castillo de Unanue.Y mientras convertían a la morada familiar en el polvo irremediable de las destrucciones, José Unanue nunca dejó de pensar en la gran mansión que había visto en Alemania. El joven José viajó completamente decidido a comprar gran parte del Castillo, de modo que no perdió tiempo en desarmarlo y trasladarlo en barco del Perú. Junto con él vino un arquitecto italiano. Fueron muchas piezas como el rompecabezas que tuvieron que armar. Habría costado unos mil pesos de oro, equivalente a un millón de dólares en este tiempo.La construcción del Castillo empezó a finales de 1843 y concluyó alrededor de 1900. Eterna paciencia de don José en hacer realidad el sueño de edificar la residencia más suntuosa de la costa peruana, en la inquebrantable memoria de su padre.Se sabe que los vitrales, los mármoles y las rejas de fierro y bronce procedían de la ciudad italiana de Carrara. Atesora en su edificación la arquitectura mozárabe siguiendo el estilo gótico. Al igual que en Alemania, el Castillo se levantaba al lado del río Rin, en el Perú hoy se levanta al lado del río Cañete. En la hacienda de don José Unanue cultivaban caña de azúcar. Era un bellísimo fundo de 900 fanegadas que recorrido por un ferrocarril a vapor comunicaba con sus oficinas. Una sabrosa narración del tradicionalista Ricardo Palma dice que..."Recuerdan los viejos naturales de Cañete, la figura varonil por los caminos cabalgando en el más brioso potro del valle... ¡Es don José! ¡Es don José Unanue! decían los cañetanos, cediendo respetuosos el paso al rico hombre que avanza gallardo y donjuanero a visitar las rancherías".Pero a pesar de su cercanía a Lima y de la notable importancia histórica que tiene, muy poca gente de la Capital conoce esta hermosa mansión republicana. Pues sus paredes están pintadas en forma rectangular y cuadriculada en los altos. Los tonos de los paños son distintos y de colores pálidos. Sólo el yeso, el barro, el calicanto, la cañabrava y el cuero de res son materiales de la región de Cañete.De todas las mansiones campestres, ninguna como este raro Castillo. Un Castillo que no pertenece al paisaje de Cañete, un lugar ajeno, transportado de la fantasía, imposible de habitar en estos tiempos.El monumental palacio se ubica a la altura del kilómetro 146 de la Panamericana Sur. A hora y media de Lima y a sólo tres minutos de San Vicente de Cañete. Ocupa un área de 13,489.70 m2. Por su construcción, es el único de su género en América del Sur, muy superior al que poseía el emperador Pedro IV de Brasil cerca de Río de Janeiro, con el cual tiene cierta semejanza.El Castillo de Unanue cubre la amplitud de la huaca que había sido profanada con túneles y habitaciones subterráneas que sirvieron de prisión, tortura y crimen. También han de haberse usado para huir o esconderse de bucaneros o bandidos y para comunicar secretas mazmorras.Sólo al bajar a las profundidades se contacta con el ministerio de la crueldad y el miedo, calabozos sin aire ni luz, túneles más antiguos que el Castillo, huellas que evidencian el suplicio de quienes agonizaban en sus horas postreras. Los túneles y calabozos que existen bajo el Castillo de Unanue, además se usaron en 1924 como primera cárcel en Cañete. Por reclamar sus propiedades, un centenar de comuneros del fundo Cochahuasí fueron encerrados en los subterráneos del Castillo, todos varones, nunca más se supo de ellos, no salieron con vida.Según la tradición oral de Cañete, el Castillo tiene tres túneles. Uno conecta con la Hacienda Montalbán a 3 kilómetros. El otro con la Hacienda Arona a 5 kilómetros, y de allí hasta el puerto de Cerro Azul a 10 kilómetros. El tercer túnel tendría salida en la playa de Cochahuasí a 3 kilómetros. Caminos subterráneos que habrían servido de escape a sagaces fugitivos que se perderían en la oscuridad cómplice de un callejón sórdido que hasta hoy es sólo una perfecta crónica de la leyenda regional.Por su construcción muy especial como testimonio de la antigua prosperidad en el Perú enclavado en el valle de Cañete, el 28 de diciembre de 1972, mediante Resolución Suprema 2900, la Junta Militar de Gobierno presidido por el General Juan Velasco Alvarado, la declaró Monumento Histórico Nacional.Castillo sin dueño, torres sin vigía, cuartos vacíos, sótanos donde se esconden la crueldad y el miedo, túneles recorridos por murciélagos, auténtica historia en un remoto paraje de América del Sur.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante el artìculo aunque cargado de buena dote de fantasìa.

Se omite a los señores Rivero y Rivero Larrabure propietarios de la Hacienda Unanue antes de la expropiaciòn del gobierno militar del Gral. Velasco.

Fuì a la hacienda muchas veces y pernoctè siempre en el Castillo.
Habrìa mucho màs que contar. Lo conocì muy bien y mi padre mucho mejor que yo.

No se debe de dejar al abandono este importante monumento històrico.

Cordialmente,

Jose Rivero

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