by Rafael Puig
Aquí están algunas de esas respuestas, dirigidas a quienes me preguntaron y a quienes no lo hicieron del por qué soy y siempre he deseado ser maestro. Son respuestas sobre todo para mí mismo y para ese maestro que hace ya algún tiempo habita en mi interior:
Soy maestro porque se me ha concedido el privilegio de construir mundos posibles y soñar con universos imposibles. Porque comparto el cambio para mejorar y a veces también hago que el cambio ocurra.
Soy maestro porque cada día aprendo el doble de lo que enseño. Porque es la única forma que existe de ganarlo todo sin perder nada. Soy maestro porque me siento como el alfarero tomando en mis manos mentes inocentes que al pasar por mis clases se convertirán, contando siempre con la ayuda de Dios, en preciosos elementos de la alfarería social.
Soy maestro porque tengo la oportunidad de compartir con seres humanos de verdad, con personas de carne y hueso; con gente que se equivoca, que tropieza y cae y se vuelve a levantar sin rendirse ni maldecir.
Soy maestro porque mis alumnos y alumnas, es decir, mi gente, me conceden el privilegio de contarme sus confidencias, de expresarme sus desalientos y manifestarme sus ilusiones. Soy maestro porque siéndolo ejercito un oficio desafiante, que es, al mismo tiempo muy fácil y también bastante difícil.
Es ingrata y a veces injusta mi profesión. Pero tiene algo especial, por encima de las injusticias y de las ingratitudes, me gusta ser maestro.
Soy maestro porque me fascina el instante mágico en que descubro unos ojos atentos, una mente abierta, un rostro optimista, una postura de entusiasmo: con ellos marcho por la senda del acuerdo y de los éxitos compartidos. Y también soy maestro porque me agrada el ceño arrugado del estudiante incrédulo, los ojos entrecerrados del que duda, la pregunta ingenua del confundido, la afirmación retadora del hombre crítico… esos gestos, esas acciones y sus dueños, me avisan que sigo siendo humano y que puedo equivocarme.
Vivo mi existencia intensamente siendo maestro y, pensándolo bien, no creo que haya una forma de vivir más intensamente la vida. Soy maestro porque tengo fe, esperanza y amor. Tengo fe en Jesús, el verdadero MAESTRO, fe en un porvenir del cual se me ha permitido ser protagonista, porque tengo la esperanza de caminar algún día por un camino tan amplio en donde tú y yo podamos transitar sin tropezarnos y tan angosto que pueda sentir de cerca nuestros afectos y el calor humano. Y tengo el amor que cientos de personas me dan y me reciben mientras hago lo único que creo ser capaz de hacer bien: ser maestro de escuela, con la ayuda de mi mejor MAESTRO.
Quiero, pues, expresar a todo el mundo que soy maestro porque los maestros somos… …constructores de paz…sembradores de sueños…forjadores del progreso…visionarios de mundos nuevos y mejores. Es por eso que, maestro soy, y por siempre lo seré.
UN MAESTRO
Soy maestro porque se me ha concedido el privilegio de construir mundos posibles y soñar con universos imposibles. Porque comparto el cambio para mejorar y a veces también hago que el cambio ocurra.
Soy maestro porque cada día aprendo el doble de lo que enseño. Porque es la única forma que existe de ganarlo todo sin perder nada. Soy maestro porque me siento como el alfarero tomando en mis manos mentes inocentes que al pasar por mis clases se convertirán, contando siempre con la ayuda de Dios, en preciosos elementos de la alfarería social.
Soy maestro porque tengo la oportunidad de compartir con seres humanos de verdad, con personas de carne y hueso; con gente que se equivoca, que tropieza y cae y se vuelve a levantar sin rendirse ni maldecir.
Soy maestro porque mis alumnos y alumnas, es decir, mi gente, me conceden el privilegio de contarme sus confidencias, de expresarme sus desalientos y manifestarme sus ilusiones. Soy maestro porque siéndolo ejercito un oficio desafiante, que es, al mismo tiempo muy fácil y también bastante difícil.
Es ingrata y a veces injusta mi profesión. Pero tiene algo especial, por encima de las injusticias y de las ingratitudes, me gusta ser maestro.
Soy maestro porque me fascina el instante mágico en que descubro unos ojos atentos, una mente abierta, un rostro optimista, una postura de entusiasmo: con ellos marcho por la senda del acuerdo y de los éxitos compartidos. Y también soy maestro porque me agrada el ceño arrugado del estudiante incrédulo, los ojos entrecerrados del que duda, la pregunta ingenua del confundido, la afirmación retadora del hombre crítico… esos gestos, esas acciones y sus dueños, me avisan que sigo siendo humano y que puedo equivocarme.
Vivo mi existencia intensamente siendo maestro y, pensándolo bien, no creo que haya una forma de vivir más intensamente la vida. Soy maestro porque tengo fe, esperanza y amor. Tengo fe en Jesús, el verdadero MAESTRO, fe en un porvenir del cual se me ha permitido ser protagonista, porque tengo la esperanza de caminar algún día por un camino tan amplio en donde tú y yo podamos transitar sin tropezarnos y tan angosto que pueda sentir de cerca nuestros afectos y el calor humano. Y tengo el amor que cientos de personas me dan y me reciben mientras hago lo único que creo ser capaz de hacer bien: ser maestro de escuela, con la ayuda de mi mejor MAESTRO.
Quiero, pues, expresar a todo el mundo que soy maestro porque los maestros somos… …constructores de paz…sembradores de sueños…forjadores del progreso…visionarios de mundos nuevos y mejores. Es por eso que, maestro soy, y por siempre lo seré.
UN MAESTRO
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