Por: Mariana Suárez Rueda
El
psiquiatra Guillermo Carvajal tiene más de 40 años de experiencia clínica en
adolescentes. Los casos que ha visto han inspirado varios libros. / El
Espectador
Jean Paul, de ocho años,
entra entusiasmado al consultorio. No ve la hora de mostrarle a su psiquiatra
el nuevo video de internet que circula entre sus amigos. Se trata del cuento de
Ricitos de Oro, pero totalmente modificado. Los diálogos están llenos de palabras
y expresiones soeces y en una de las escenas un castor abusa sexualmente de la
pequeña niña.
Karla, de once años, acude
al mismo lugar porque fue expulsada del colegio y sus padres no saben qué
hacer. Con picardía mira al psiquiatra y le dice que no entiende por qué tanto
alboroto, si lo único que hizo fue revender unas pastillas de éxtasis entre sus
compañeras, pero jamás se atrevió a consumir ninguna.
Contrario a los casos
anteriores, Alicia, de 12 años, llega preocupada. No sabe cómo resolver el
problema que la aqueja. Su novio se peleó con su novia y está en el dilema de a
cuál de los dos elegir, si a él o a ella. Brenda, de 13 años, abre la puerta
del mismo consultorio con una sonrisa. Está feliz porque el día anterior le dio
derechos sexuales especiales a un amigo cercano. No son novios y no tienen
ningún compromiso salvo el mutuo acuerdo de satisfacer los deseos del otro.
Durante casi dos décadas el
psiquiatra y psicoanalista Guillermo Carvajal ha escuchado en su consultorio
casos como estos, pero en los últimos cinco años ha notado un cambio
estructural en la mente de niños y adolescentes. ¿Qué está sucediendo? Para
encontrar respuestas repasó las historias clínicas de sus pacientes y comenzó
una investigación que concluyó con la publicación del libro Prioridad:
pervertir a los niños, que se lanza este jueves en Bogotá y que busca poner a
reflexionar a padres, maestros, autoridades y a los mismos menores de edad.
Lo que encontró este
profesor universitario, fundador del Instituto Colombiano de Psicoterapia
Integral, “es que los infantes y jóvenes están cada vez más desprovistos de las
cosas que consideramos importantes en nuestra crianza. Son más rebeldes,
incrédulos, curiosos, sin límites en su conocimiento, con una percepción
compleja que les permite realizar con éxito varias actividades al mismo
tiempo”.
Sin embargo, dice con
preocupación, asimismo han desarrollado una tendencia brutal a la acción sin
pensamiento, con gran osadía y sin medir las consecuencias. Su mente, asegura,
“es una especie de mezcla entre máquina y persona y la computadora juega un
papel primordial”. Además han encontrado nuevas maneras de mirar la realidad y
la sexualidad. Todo está permitido.
Aunque de lo descrito se
desprenden aspectos maravillosos, como su habilidad para desenvolverse,
aprovechar la tecnología y aprender cualquier cosa con facilidad, también puede
llevarlos a situaciones peligrosas de no retorno. Carvajal llegó a la
conclusión de que estamos ante un nuevo ser humano, que se caracteriza por su
bajo nivel de frustración y por estar propenso a autodestruirse. Es egoísta,
abandonó cualquier forma de espiritualidad y su manera de relacionarse con
otros es diferente.
No busca el compromiso, sino
la satisfacción inmediata de los deseos, la sexualidad cruda y desafectada y
por eso los noviazgos, por ejemplo, están siendo reemplazados por relaciones
espontáneas basadas en el sexo. “A esto se suma un marcado rechazo a la
escuela, un constante aburrimiento e infelicidad. Y, advierte Carvajal, como
experto en la conducta humana no puedo quedarme callado ante estos fenómenos”.
La explicación a lo que está
sucediendo es compleja, pero principalmente se basa en el consumismo desmedido,
en la sobreestimulación que están recibiendo constantemente de la publicidad,
la internet y la televisión, en la ansiedad que experimentan de tener que
comprar cosas y poseer el último dispositivo, celular o atuendo, de estar
conectados todo el tiempo sin ningún límite.
La llamada generación net es
brillante, pero terriblemente vulnerable, influenciable. La escuela ha hecho
bien en transformar sus modelos represivos por una educación amorosa, que no
frustra. Pero es vital que padres y maestros tomen conciencia del impacto del
consumismo desmedido y se vuelvan más prácticos. Finalmente, concluye Carvajal,
“que no olviden que hoy a nuestros niños y jóvenes les sobra la información, lo
que hace imperativo organizarla para que les sea útil y productiva y encuentren
en ella valores agregados que aporten a su formación como seres humanos”.
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